En mi experiencia como emprendedora y practicante de
meditación, he encontrado fortalezas que se desarrollan con la práctica y la
constancia, y que al cultivar la
concentración y serenidad con prácticas
meditativas pueden ser de gran valor y apoyo al lado humano del que emprende.
Una de las principales virtudes del emprendedor es la
actitud, me refiero a esas ganas con la que abraza su vida, sus sueños y
trabaja en ellos. A su vez, requerimos
de esa misma actitud para también ver
nuestros miedos, nuestros fracasos, abrazar esos sentimientos, pensamientos y
emociones, para abrir el espacio para aceptarlos y dar el espacio para actuar, claro esto se aleja
de esa fantasía romántica de que la vida de un emprendedor es una vida donde solo al pensar y creer es
suficiente, es una vida donde se
requiere dedicación y compromiso.
Se requiere del esfuerzo y la firmeza para todos los momentos, porque de todo puedo ocurrir, podemos estar
en la cima de la ola del éxito o en el fondo ante una mala decisión o
estrategia y el conocer esta posibilidad de no siempre ganarlas todas, es real.
El espacio para ver nuestros miedos, nuestros fracasos y ser
capaces de abrazarlos como parte de nosotros, lo podemos cultivar al meditar, porque también requerimos de nuestra actitud
para cultivar la concentración, el foco y la presencia en el momento presente
es crucial. Especialmente porque constituye la tierra donde cultivamos nuestra capacidad de calmar la mente ruidosa, relajar nuestro cuerpo ,
concentrarnos, estar más menos dispersos
y ansiosos.
Cuando empezar, el mejor momento es ahora, no esperemos de
crisis para entrenar la calma y enfocar nuestros talentos en la dirección que
elegimos.
Miriam Guzmán